No eran grandes hombres,
ni grandes jóvenes los que volaban.
Ni siquiera grandes niños,
solo eran niños con grandeza.
Almas inocentes con espíritu de honor.
Sus manos suaves,
sus corazones de acero...
El deber los llamó a la gloria,
y la gloria los llamó al vuelo.
Niños grandes que jugaban a la guerra,
con honor extendieron sus alas al cielo.
Allá fueron como flechas,
disparadas hacia la muerte.
La gloria los abrazó con sus llamas,
pero ellos...
solo las llamas obtuvieron.
Sus corazones de acero se derritieron,
cuando del cielo,
con sus alas extendidas con fría decisión,
se dejaron caer sin pensarlo,
ese era su destino,
como lo hacen las hojas,
las hojas de un cerezo en flor.
No recuerdo cuando lo escribí, tendría 20 años, un poco mas. Me impacto ver tanto valor, tanto coraje, tanta determinación, fué cuando comprendí la importancia del sacrificio por lo que uno quiere ¿En qué momento lo olvide? Por suerte hoy, abriendo un viejo libro, encontre este escrito y lo vuelvo a recordar, no se en que momento lo olvide, pero los sacrificios NUNCA son inútiles, y nunca es tarde a menos que la muerte haya ganado la partida...