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martes, 1 de enero de 2013

Confesiones (Dolan Mor)


Al principio yo anhelaba ser el príncipe
de la poesía, el rey de las palabras,
un ministro de los poemas con una medalla
sobre mi oscuro pecho, una corona de oro
alumbrando con su dorada luz mi noble cabeza.
Después, bajé mis metas y me propuse ser
un licenciado, un doctor en gramática,
políglota, un James Joyce, usar barba,
un abrigo negro hasta los tobillos, las gafas
circulares, la pipa entre los labios
recitando los versos de Charles Baudelaire.
(Recuerdo que tenía la foto de Vallejo
debajo del cristal de mi mesa de noche
y, mirándola, apoyaba mi rostro y mis manos
cruzadas encima de un bastón con el puño
de plata, en forma de león, para creer
un instante que mi nombre era César.
–Incluso estuve preso por parecerme a él.)
Me decía a mí mismo frases de Kierkegaard:
"para el hombre que aspire a triunfar en la vida
existen dos caminos: ser César o ser Nada".
Y yo lo repetía con la convicción de que era
(sólo faltaba tiempo) un Dios o hijo de un Dios.
Sin embargo, las cosas han cambiado y mi punto
de vista se cayó en un abismo. Ya no aspiro
a ser príncipe, ni ministro, ni rey, ni políglota un día,
mucho menos deseo ser Joyce o Baudelaire
porque ambos están muertos, y un hombre,
si está muerto, vale menos que un perro.
Ahora aspiro a las cosas sencillas de la vida.
(Me lo dijo Ray Carver y nunca lo entendí).
Miro el agua de un río sin pensar qué es el agua,
me acuesto entre la hierba y disfruto del sol.
Pienso, respiro, siento cómo limpia el oxígeno
mi sangre, mis pulmones, late en mi corazón.
Soy feliz con vivir sencillo, aspiro a eso:
Posado, como un pájaro, sólo quiero una rama
para cantar mis versos, también una ventana
para mirar el mundo, aunque no tenga un piso,
ni un palacio, ni un templo. Un marco,
una ventana para asomar mis ojos, humilde,
con asombro, sabiendo que soy polvo,
y, debajo del cielo, un animal o nada.

Autor: Dolan Mor

Distancia peligrosa


amanecer
Hubo un tiempo en el que no existían la noche y el día como los conocemos hoy, era un tiempo hermoso, puro, virgen.

Y ellos eran los amantes perfectos, los frutos de uno eran los placeres del otro, ambos se ofrecían sus frutos incondicionalmente, sin miedos, sin prejuicios, con la libertad del que se siente amado y con el placer de darlo todo a quien se ama.
Pero las historias de amor no siempre terminan bien, todo cambia a lo largo de la vida, incluso ellos cambiaron...
Con el tiempo se fueron haciendo mas distintos el uno del otro, hasta que finalmente se volvieron opuestos, y ella tomó por nombre Noche, y él Día. Así fue que sin darse cuenta se apartaron el uno del otro.
Aún así ellos se aman, pero el daño está hecho, la distancia es grande y dicen (dicen...) que ya no podrán cruzarla nunca más.
Apenas si se alcanzan a ver un momento todos los días... Es cuando la Noche llora su pena en forma de rocío, y el Día va por detrás secando con el fuego de su dolor las lágrimas de su amada...
Es solo un instante, al amanecer, cuando los enamorados pueden volver a mirarse a los ojos para luego volver a desaparecer.
El amanecer es su condena, pero también es su único momento de felicidad.
Dicen (dicen...) que las distancias son peligrosas cuando de amor se trata...